Cristina se levantó a las cinco y media, aunque su despertador tenía que
sonar solo a las seis. Fue un día como estos, cuando no sabes ni que tienes que
hacer, ni a donde ir, ni nada. Todavía tumbada en su cama ella encendió su
tocadiscos y en torno empezó a sonar música de Robert L. Euvino. Bajo su cama
había prendas de vestir, algunos platos sucios e incienso apagado. A Cristina
nunca le gustaba ordenar cosas, pero ahora alguien dentro de ella le despertó y
animó empezar cambiarse.
Foto de Murray Mitchell |
Ella echó una mirada tranquilamente y entendió que
necesita más luz en su habitación, porque con cortinas actuales el día más soleada
podría parecerse a una tarde oscura. Cristina se acercó a la ventana y vio que
ya había empezado feria medieval. Este tiempo de
octubre le gustaba más y menos al mismo tiempo. Lo que le gustaba menos era
montón de la gente y aglomeración cerca cada tienda de campaña con diferentes
artículos y que le gustaba más eran olores diferentes en cada esquina de la
ciudad y esta posibilidad ver todo por arriba desde la mañana hasta la noche.
Ahora todos los vendedores empiezan ordenar sus artículos y prepararse por el
mediodía y invasión de los turistas contentos. Cristina ya tenía que ir al
trabajo, así que se vestió rapidamente, cogió una manzana y bajó la escalera
cogiendo su bicicleta. Ella se fue por su calle, después pasó corriendo museo
Groeninge y cortó Oude Gentweg sin mirar por los coches ni por la gente. De
repente, girando a Boudewijn Ravestraat, Cristina dió con un chico que estaba
esperando a verde de semáforo <...>
Muy buen relato y mejores imágenes. ¿La primera, es tuya? ;)
ResponderEliminarNo, es de mi amigo;)
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