miércoles, 7 de noviembre de 2012

PIE FORZADO



Obra de Jonelle Summerfield
  Cristina, como todos los días, estaba dando un paseo por las calles de su barrio y ya andando a casa cuando oyó un sonido raro de la esquina de su calle. Parecía a un llanto de adulto. Ya estaba crepúsculo y Cristina no podía ver claramente que estaba pasando allí. Ella no tenía miedo pero algo dentro quería ir, correr, escabullirse lejos de este lugar, de este llanto y de estas quejas, porque se sintió que a partir de este momento todo va a cambiarse. Cristina no quería esto, todavía no estaba preparada pero acercó a la esquina y vio un hombre arrodillado en el suelo. Era el mismo chico del semáforo y otro – triste, con cara ensangrentada y con dolor y vergüenza en sus ojos – al mismo tiempo. Cristina no podía creer que el mismo chico con sonrisa no solo en sus labios, sino también en sus ojos ahora daba vueltas de dolor y no quería elevar su mirada a nadie. Cristina no entendió porque corrió rápidamente de este lugar al mismo momento cuando el chico la vio. Corrió sin decir nada, sin pensar nada y sin querer nada. Aunque su casa estaba cerca de esta esquina, Cristina no entró en su escalera, no subo a su planta, solo corría sin destino. Después algunos minutos o horas (el tiempo paró y Cristina no podía aclararse) ella paró y observó su ambiente. Estaba cerca del canal. No había nada, solo árboles desnudos rodeados de la noche ciega. Cristina cerró sus ojos y solamente en este momento entendió que tenía ayudar a este chico en lugar de correr sin decir nada. Después pensaba que no es su problema y que ya no puede hacer nada, pero luego seguía acusando a ella misma. Regresó a casa con cabeza llena de pensamientos oscuros, opresivos y pesados. No estaba capaz de olvidar este chico y el comportamiento de ella misma. Encendió el incienso, empezó a escuchar música y se sentó en la repisa de la ventana. Podía jurar que vio dos ojos oscuros en esta noche oscura que estaban mirando a ella y diciendo "Soy como tú, tú tampoco amas"…





lunes, 5 de noviembre de 2012

TALLER DE LA AUTORA II: Juana Castro Muñoz



  El último día de octubre a nuestra clase llegó una de los poetas españoles más importantes de estos días: Juana Castro. Fue un taller inolvidable e interesante, porque la poeta y su colega hicieron una entrevista y parece que esta forma de presentación de la poeta es mejor para llamar la atención de los jóvenes. Juana Castro Muñoz nació en Villanueva de Córdoba en 1945 y es no solo escritora, sino también profesora especialista en Educación Infantil. El taller empezó con el cuento de la misma escritora, al principio ella contó una historia de una niña, después de la mujer, sus momentos de la vida, sus conflictos y causas, que tenían influencia para que esta mujer (la misma autora) empezó a escribir. La escritora hablaba sobre género, proceso de creación basando en sus mismas poemas. De las poemas se presentaba ideas principales de la escritora: gusto de cambios, conversión del dolor al arte, la lucha entre libertad y amor etc.

  Lo que me sorprendió más fue la experiencia propia de la escritora (muerte de su hijo, enfermedad de sus padres); ella escribe sobre todos los momentos de su vida, dice que la vida está llena de momentos buenos y de momentos dolorosos y que la poesía puede salvar. A mí me gusto que Juana Castro no escondía que a ella le encanta compartir sus poemas con otra gente y que ahora tiene un poco menos necesidad de escribir que antes. Estos pensamientos sinceros crearon ambiente agradable y me sentía como en taller verdadero de la autora, donde podía disfrutar de palabras e ideas bonitas y de poemas inolvidables. En comparar con primer taller, hay que decir que este fue más como debate, más dinamico y parece que más sincero, porque se podía sentir espíritu de la creación y de la poesía.

Profecía

Algún día vendrás, sabes que miento,
que no puedo ya más tender la seda
lunar de la esperanza. Algún día
vendrás como una horca, el fiero
corazón guardando la armadura
y los labios en flor como limones
sangrados para el beso.
Peregrino lo sé, sé que algún día
recabarás aquí tu singladura
y yo te aguardaré, aguardaré
tu oído del vacío, sé que miento,
que no oiré nunca más
tu caracola niña. Puede ser
que vengas algún día
de otoño o una noche
de fuego en las ventanas, algún día
puede ser, pero sabes
que miento, yo no sé
si algún día.